¿Dónde nacen las emociones?
¿Dónde nacen nuestras emociones? esta es quizás una de las preguntas que me hacía al inicio de explorar mis propias emociones como paso previo a su gestión.
Las emociones habitualmente se suelen manifestar físicamente a través de algún efecto en un punto de nuestro cuerpo. Mariposas en el estómago, me dio un vuelco el corazón, se me oprimía el pecho, me sudaban las manos, son ejemplos claros de cuando nuestro cuerpo nos transmite emociones. Cuando hablamos de conocernos en profundidad, se trata de descubrir dónde nacen nuestras emociones como un paso inicial a poder gestionarlas. En mi caso, si se trata de una contrariedad, me suele dar un pequeño pinchazo debajo del corazón. Esto provoca una aceleración de mi ritmo cardiaco. A otros, probablemente, se les cargue el cuello, el pecho, o les duela el estómago. Cada uno de nosotros tiene un lugar muy propio donde nacen sus emociones.
Si aún no has encontrado ese lugar, quizás es porque tampoco te hayas parado a buscarlo, pero eso no será ya un problema. A partir de ahora, cuando te surja algún tipo de emoción, intentarás averiguar dónde aparecen los primeros efectos e iniciales sensaciones en tu cuerpo. Estate especialmente atento en situaciones de emociones intensas, enfado, nerviosismo o de gran felicidad y descubrirás rápidamente un punto donde notarás una reacción física. Cuando detectas esa emoción puedes empezar a trabajar como gestionarla y decidir qué hacer después pero con control. Esto sirve en muchos casos en el entorno profesional, como gestionar una conversación complicada, un momento de nervios o picos altos de estrés.
Para empezar a conocerse uno mismo, puede ser muy útil empezar a conocer el cuerpo por lo que os propongo que trabajéis lo que denominamos un examen corporal.
Ejercicio de examen corporal.
Puedes hacerlo sentado o tumbado en una cama. Personalmente prefiero estar tumbado en una cama y hacerlo antes de acostarme. Me ayuda a relajar mis músculos y me facilita encontrar el sueño. Si eres de los que te tumbas y te duermes en unos segundos, es recomendable mantener los ojos abiertos. Te recomiendo también que te tapes con alguna manta ligera.
– Nos sentaremos o nos tumbaremos cómodamente, en una posición que nos permita estar relajados, pero evitando quedarse dormidos.
– Respiraremos tranquilamente y dirigiremos suavemente nuestra atención sobre la respiración, sobre nuestras fosas nasales, nuestro abdomen o todas las partes de cuerpo que participen en la respiración.
– Pasados un par de minutos, centraremos nuestra atención en la parte superior de la cabeza, cerca de la coronilla y es donde empezaremos el escaneado.
– Seguiremos bajando por las orejas, por la nuca, por la cara, por el cuello y los hombros, las espalda, el torso, las piernas, los pies y finalmente los dedos.
– Es bueno estar muy atentos a las sensaciones que puedas ir sintiendo por el recorrido de tu cuerpo. Sean picores, escozores, cosquilleos, dolores musculares, calor, presión o cualquier otro tipo de sensación que vayas identificando.
– Recuerda que es bueno «etiquetar» esas sensaciones, a medida que vayan sucediendo, distensión, distensión, picor, picor, hormigueo, hormigueo.
– Finalmente, cuando hayamos escaneado todo el cuerpo de arriba a abajo y de abajo a arriba, volveremos suavemente al presente. Si nos encontrásemos durante el proceso de escaneo con algún pensamiento o una carga emocional, seguiremos sin hacerle mucho caso y dejaremos que desaparezca, sin más.
El éxito de este ejercicio reside en realizarlo de forma habitual y continua. Inicialmente es más importante hacer regularmente esta práctica sin fijarse mucho en los resultados. La práctica de la respiración, el escaneo del cuerpo, así como otros ejercicios como la meditación, te proporcionarán una relajación increíble. Este estado de calma fomentará la capacidad de atención plena y favorecerá la conexión entre tu cuerpo y tu mente, así como una mejor gestión de los dolores y o molestias musculares que podrían ir apareciendo.
El momento de elegir entre darle al botón «calma» o el de «cabreo»
Nacen nuestras emociones, nos provocan sensaciones, ahora es más fácil entenderlas y gestionarlas. Cuando lo aplicamos al entorno profesional, el control emocional es una de las maravillosas experiencias que nos ayuda a llevar mejor los cabreos por ejemplo. La gestión emocional requiere creer en ella, otorgarle mucha dedicación, horas de práctica y tener constantemente el foco en definir cómo nos sentimos y el porqué de nuestras reacciones ante cada situación. Controlar tus reacciones te aporta confianza y seguridad en ti mismo y de forma secundaria, un reconocimiento por tu temple y un respeto por parte de los demás. No hay nada peor que ver a alguien perder los papeles, blasfemar y agredir a su entorno profesional. Suele provocar vergüenza ajena por parte de los asistentes, una gran pérdida de credibilidad para quien protagoniza la bronca y una huella imborrable de forma indefinida en el recuerdo de los empleados. Las palabras disonantes suelen dañar las autoestimas y son las más complicadas de curar.
Aprender a autorregularte es muy importante si queremos mantenernos al mando de la situación. El autocontrol es una herramienta que te ayudará a gobernar tus impulsos y tener a raya tus sentimientos más conflictivos, en momentos de estrés y a su vez te capacitarán a enfrentarte a factores que no te gustan, no te esperabas o no te apetece afrontar.
En términos de autorregulación, el ilustre investigador Daniel Goleman habla de una serie de competencias emocionales fundamentales:
– El Autocontrol: Debemos gestionar adecuadamente nuestras emociones y especialmente los impulsos conflictivos y dañinos.
– La Fiabilidad: Cumpliremos con nuestra palabra y seremos responsables con nuestras obligaciones.
Cada uno de los miembros de un equipo debe ser responsable de su trabajo, a la altura de sus funciones y obligaciones. Con esas básicas normas, se podrían resolver muchos de los problemas actuales. No hay nada más tranquilizador que el colaborar con un equipo que te da confianza, va a estar a la altura y promete cumplir con sus responsabilidades.
– La Honradez y la Integridad: Es otro aspecto muy mejorable en nuestra sociedad y en particular, en el mundo empresarial y en la política. Basta con ver el telediario para comprender cómo estos dos mundos están interconectados y se retroalimentan entre sí para favorecer la corrupción.
– La consciencia de nuestros actos: Los actos que realizamos tienen sus consecuencias. Es la frase que más repetí a Unai, mi hijo, en sus 13 primeros años de vida. Cada gesto o comentario malsonante, cada opinión fuera de tono, tiene alguna consecuencia imprevisible y de diferente escala. No te olvides nunca antes o mientras actúas. Tus actos tendrán consecuencias.
– La capacidad de adaptabilidad: El mundo cambia constantemente, por lo que la flexibilidad frente al cambio se convierte en virtud. Sobrevivir a este mundo que te supondrá ser tan flexible como el junco en plena tormenta.
– Una mente innovadora y creativa: La innovación es la palabra del siglo XXI. Solo las personas y empresas en busca de innovación, tendrán las herramientas para superar los retos venideros. En la era de la robotización, sentirte cómodo con nuevos planteamientos y enfoques será clave para mantener tu trabajo.
La parte positiva es que todas estas habilidades no precisan de unos genes, de unas cualidades físicas y mentales fuera de lo común. Si repasas cada competencia, Autocontrol, Conciencia, Fiabilidad, Adaptabilidad e Innovación, verás que se centran más en una cuestión de actitud y de voluntad.